“El sabio teme al Señor y se aparta del mal, pero el necio es arrogante y se pasa de confiado” Proverbios 14:16
“¡Qué Fastidio!” fue lo primero que pensé cuando mi amiga, medico, epidemiólogo, que se mueve en el primer frente de batalla contra el virus covid19 en mi país, me dijo a través de una llamada, con una voz cargada de una honda preocupación: ”Te ruego por lo más sagrado, que no salgas de tu casa; A menos que sea estrictamente necesario, no salgas tú, no dejes que salgan tus hijos, tampoco tu esposo, y pídele a la gente que por favor no te visiten”. Yo me quedé con el oído cuadrado. Tenía planes para la semana, para el mes, y para el año, y casi todos los planes de mi agenda implicaban ¡salir de casa! Inhalé profundo, me alisé los cabellos, y mientras exhalaba, pensé: “Bien Dios, ¿qué debo hacer ahora?”, y velozmente se activó en mi cabeza la respuesta, ese versículo: “El Sabio teme al Señor y se aparta del mal…”
En estos días, cuando se le ha dado una pausa al mundo entero, vale la pena tomar un tiempo para reflexionar en por qué nos cuesta tanto obedecer razones que no van alineadas a nuestros atesorados planes. Temer al Señor y dirigir nuestras vidas de acuerdo a su justicia, nos demandará obedecer aun sus órdenes mas extrañas. Es de necios seguir confiando arrogantemente en nuestra propia inteligencia, después de ser advertidos del posible daño que esto nos puede causar.
¿Cuántas veces has leído o escuchado la expresión “QUEDATE EN CASA” en los últimos días? ¿Qué tan obediente has sido? Obedecer esta orden, no es fácil, sin embargo, acatar las medidas de prevención y las normas sanitarias que se están ordenando por recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), no solo mostrará prudencia y sabiduría, sino que evidenciará por sentido común el grado de responsabilidad que manejas, para contigo y para con los demás.
En mi caso, aunque se hayan roto mis planes, y haya tenido que suspender reuniones, eventos, y otras actividades de mi agenda, por prudencia, debo someterme a la pausa que Dios está creando en mi vida, so pena de recibir el mal, si no le hago caso.
De modo que me detuve. Y al detenerme, me di cuenta que Dios había dispuesto las condiciones para que entrara en un tiempo de introspección y reflexión, para llevarme a un crecimiento espiritual y personal. Empecé a evaluar mi vida de devoción, mi intimidad con Dios, y la manera como estoy cumpliendo la visión que él ha puesto en mi corazón. Y entendí que hay áreas de mi vida que necesito fortalecer, temores que necesito enfrentar, estrategias que debo ajustar y planificar, y entonces reconocí, por qué Dios me había mandado a parar.
Si hasta ahora habías estado trabajando cada día, aceleradamente, para poder traer el pan a tu casa, o para cumplir tus tareas dentro de tus lapsos de entrega, quizá no habías podido invertir mucho tiempo en reflexionar sobre la verdadera misión de tu vida, sobre tu propósito, o acerca de cómo cumplir los sueños que Dios colocó en ti para que los lleves a cabo; Quizá para ti también Dios ha creado esta pausa. Quizá Dios sólo está dándonos la oportunidad de descubrir, en esta pausa de la vida, que tras lo que estábamos yendo, no representa ni la décima parte de todo lo que él tiene preparado para que alcancemos.
«Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios» Salmo 46:10
Pastora Libna Villegas de Parra Ciudad Bolívar, Venezuela.