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Día Internacional de la Familia



La familia es el vientre donde se gestan los individuos para la sociedad. Es el contexto de referencia primaria donde se perciben las primeras opiniones, los criterios más fundamentales, y las ideas de más trascendencia en la vida; a través de experiencias, conversaciones, discusiones y vivencias del hogar, el individuo va armando el ícono de sus valores, conforme a lo que ha ido descubriendo en el seno familiar.


Para mí, uno de los mayores beneficios de tener una familia estable, con un papá y una mamá, presentes e intencionales, en casa, fue el valor de la disciplina formativa. En mi casa había reglas claras, y normas férreas. Pautas que debíamos respetar y órdenes que debíamos cumplir, aunque nos parecieran, a mis hermanos y a mí, aburridas, fastidiosas o incomprensibles.


De los juicios que absorba una persona de su familia, cual abeja polinizadora, va a esparcir en sus conversaciones, actitudes y conductas fuera de ella. El accionar de una persona en la vida y en la sociedad, es la extensión de lo que aprendió en el seno de su familia. De los colores y matices que hay en el hogar, se pintan las raíces de una sociedad, y la mezcla de colores que dominen las raíces, teñirán ramas, hojas y frutos, del árbol idiosincrático que mostrará la nación.


Mis padres siempre promovieron la lectura. Cada mediodía, después de almorzar, era tiempo para la lectura familiar. Papá y mamá sacaban sus biblias, y cada uno de nosotros también buscaba la suya. Leíamos juntos, cada uno una porción de algún pasaje, y mis padres iban corrigiendo pausas, acentos, pronunciaciones, y luego, cada uno debía compartir sus comentarios y análisis al texto leído.


Muchas veces me frustraba por no entender algunos textos complicados. La mayoría de las veces era fastidioso escuchar las cantaletas que nos animaban a interpretar, internalizar y practicar los consejos sabios de la palabra sagrada. Con el paso del tiempo fui cayendo en cuenta que gracias a esas horas de lectura, aprendí a leer de forma sistemática, analítica, y con criterio.


La educación comienza en casa y es un legado de generación a generación. Dios lo estableció así en sus venerables principios: los padres, no los maestros de escuela, son los responsables de la educación familiar. Cuando se trata de educar, no se trata solo de lo que los oídos oyen, sino también de lo que nuestros ojos ven y de lo que nuestros corazones sienten. Educar no se trata solo de mandar a los hijos a la escuela a que reciban información, sino de modelar en casa la conducta que queremos que reciban como instrucción.


Hoy, al evaluar mis fortalezas, me doy cuenta que esa capacidad de análisis y ese criterio claro, son parte integral de mis mejores virtudes. Definitivamente tener padres enfocados en dar una buena educación en casa, que me enseñaran disciplina, confianza, y responsabilidad, marcó la diferencia en mi vida; en el presente, me siento privilegiada por eso. Hoy agradezco en silencio, porque todos los éxitos de mi vida, al buscarles la raíz, una cosa tienen en común: todo comenzó en el seno de mi familia.


Las próximas generaciones necesitan sociedades construidas por familias que modelen los principios éticos, morales y espirituales, que puedan dar un marco oportuno, a la potencialidad de nuestros niños y jóvenes. Eso solo se logra haciéndonos conscientes e intencionales de la formación que estamos dando hoy en el seno de cada familia. Que el día de hoy sirva para valorar nuestras familias y examinar qué legado educativo estamos dejando como herencia a las próximas generaciones.


“Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos”. Deuteronomio 4:9


Libna de Parra

Pastora de CeCERDi

Departamento de redacción NotiCristo.

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