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Héctor José Colombo

La otra cara de la ira



Si le digo que la ira puede llegar a convertirse en la mejor amiga de su familia ¿Qué me diría? De seguro pensará que le estoy jugando algún tipo de broma, pero es verdad. La ira puede llegar a jugar un papel muy diferente al que generalmente le hemos asignado. Ella también puede llegar a satisfacer una necesidad en nuestras relaciones. Usted podría pensar: “Con amigos así, ¡Quién necesita enemigos! ¿Cómo puede ser una emoción tan destructiva una amiga?”


Aunque cueste creerlo, la ira puede cumplir un propósito único y beneficioso para la familia. Según el Dr. Gary Oliver, director ejecutivo del Centro de matrimonios y estudios familiares de la universidad John Brown, el 90 por ciento de la gente que ha entrevistado, tiene una óptica de la ira casi exclusivamente negativa. Pero esa duda y la culpa que se genera después de un arranque de furor, nos impiden siquiera sospechar el potencial positivo que tiene esa emoción.


Aunque no podemos negar que de todas las emociones, la ira es la más desafiante, si usted acepta que la ira es una emoción dada por Dios y aprende a usarla de manera positiva, tendrá una mejor calidad de vida y, en consecuencia, será capaz de traer la paz de Dios a su hogar.


La ira nos puede servir como una señal de advertencia. Como las luces rojas del tablero de un auto, esta emoción está diseñada para señalar un problema que debe ser atendido con prontitud. La ira, tal como la luz en el tablero, nunca arreglará nada por sí sola, sin embargo es una emoción peculiar que habla anticipadamente en favor de las necesidades personales. Indica que algo no está bien y necesita cambiarse. Como el dolor físico, el dolor emocional de la ira, le advierte a una persona del peligro, para que quite la mano de la estufa caliente, y para que no la vuelva a poner.


El salmista usó el impacto de esta emoción para indagar acerca de su verdadera necesidad: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas (ruges, gritas de enojo) dentro de mí?” (Salmos 42:5) Si ignoramos la luz roja de la ira, que puede estar indicando dolor, miedo o frustración, y no hacemos ajustes; la carretera de la vida continuará, pero con el tiempo quedaremos detenidos a la orilla del camino, como un auto descompuesto.


A través de la ira podemos llegar a identificar los beneficios del conflicto. El conflicto producido por la ira, manejado en forma adecuada, puede abrir las puertas a relaciones más armoniosas. Porque el conflicto puede revelar una insuficiencia que Dios desea satisfacer para beneficio de usted y de las personas que le rodean. La crisis del enojo, puede revelar las formas ineficaces que está poniendo en práctica para satisfacer sus deseos, y mostrarle hábitos y conductas que durante mucho tiempo pueden haberle parecido normales, pero que lamentablemente pueden llevarle a la destrucción de una relación. Salomón señalo sabiamente: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12).


Manejar la ira, nos permite desarrollar un rasgo característico de nuestro Dios: Autodominio. El Salmo 103:8 nos dice que “El Señor es lento para la ira, y grande en misericordia”. Si nuestro Dios puede llegar a sentir ira en algún momento determinado, nosotros como su creación, hechos a su imagen y semejanza, también podamos llegar a sentirla, no obstante la palabra también nos revela “Airaos, pero no pequéis” (Efesios 4:26), Aun sintiendo la emoción, podemos evitar el pecado.


Cuando aprendemos como Dios, a manejar la ira a nuestro deseo, postergándola hasta el máximo que queramos, seremos capaces de dominar también cualquier otra cosa que se ponga como un reto delante de nosotros. “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; Y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad” (Proverbios 16:32).

Héctor José Colombo

Departamento de Redacción NotiCristo.

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(Romanos 10:14-15)

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