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Envejecer en Venezuela

Héctor J. Colombo



Desde el mismo instante en que nacemos el reloj de arena de la vida se voltea y comienza una cuenta regresiva. Cada día que pasa nos dirigimos irremediablemente hacia nuestra vejez. Podemos tratar de retrasarla con una buena alimentación, ejercicios, o cirugías, pero al final del camino, todos terminamos en el mismo lugar.


Deberíamos aceptar la vejez como un proceso natural de nuestras vidas y por consiguiente poder disfrutarla, asumiéndola como un tiempo para descansar, y para ser honrados y respetados por nuestros hijos, nietos y también por la sociedad que recibió todo de nosotros.


Lamentablemente envejecer en Venezuela se ha convertido en una tragedia para la mayoría de los connacionales que tienen la suerte de llegar a la tercera edad. Solo hasta el 2019 según fuente de CIA Word Factbook teníamos alrededor de 2.338.000 adultos, mayores de 65 años, representando para la fecha el 7,38% de la población.


A pesar de los esfuerzos mostrados para elevar el número de pensionados en el país, la hiperinflación, y la escasez de alimentos y medicinas hacen que una pensión que apenas equivale a 3.3 dólares mensuales termine por desvanecerse en las manos de los beneficiarios, quienes declaran que “esto apenas les alcanza para comprar un kg de carne y medio cartón de huevos” esto a su vez hace que los adultos mayores pierdan en promedio hasta 1,3 kilos de peso por mes. La Encuesta de Condiciones de Vida hasta el 2018 indicaba que la esperanza de vida en el país se había reducido 3,5 años.


Esto sin contar que con la vejez también vienen enfermedades propias de la edad que requieren de medicamentos que por ser demasiado costosos no pueden ser adquiridos por ellos, lo cual tiende a agravar más su ya deteriorada situación. Como si fuera poco, una gran mayoría de abuelos se han tenido que quedar cuidando de sus nietos producto de la salida del país de algunos de sus hijos y deben asumir una carga adicional que ya no les corresponde. En muchas ciudades existen barrios donde solamente viven personas de la tercera edad, porque la familia se fue y los dejó con un caserón vacío.


Algunos más afortunados son recluidos en asilos que cobran en dólares, pero esto solo lo pueden disfrutar un grupo muy reducido de ancianos, la realidad es que la gran mayoría terminan en albergues públicos que no disponen de ingresos por parte del estado, sino que sobreviven gracias a las donaciones de particulares, y donde muchos de los ancianos que todavía tienen fuerzas colaboran con la limpieza y los quehaceres.


Mientras el país se debate entre realizar, o no, elecciones para este año, cada día que pasa otro abuelo es abandonado a las puerta de un hospicio, o recorre la ciudad tratando de encontrar algún medicamento, o trata de ver cómo hace para distribuir su menguada pensión entre sus muchas necesidades. Para ellos la crisis no espera, ni mucho menos entiende de acuerdos, diálogos, o intervenciones internacionales, porque para ellos el tiempo se agota, y lo único que desean es terminar de vivir sus últimos años de una manera digna y decente.


Héctor Colombo

Departamento de Redacción NotiCristo

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