Ser cristiano es más que una aseveración intelectual, la afirmación de un credo o la participación dominical en un culto. Ser cristiano es un estilo de vida contracultural y de naturaleza transformadora. La fe debe dejar de ser una parte minúscula de nuestra existencia, e ir de atender sólo lo cotidiano, a convertirse en la vida total del cristiano, que involucre su nación y su generación.
Una de las estrategias que ha estado usando el enemigo tiene que ver con relegar a la iglesia para que se comporte como una parcela aislada de la sociedad, hasta el punto de no interesarse por lo que pasa a su alrededor, sino sólo lo que afecta a sus intereses religiosos.
La iglesia se ha escondido detrás de un evangelio intelectualista, que ha estado dominando su modo de pensar y de actuar, limitándola a sólo buscar explicaciones históricas y culturales, para entender lo que Dios le quiso decir a los destinatarios naturales de la palabra escrita, sin dedicarse a vivir hoy los principios subyacentes en esos planteamientos.
Necesitamos despertar nuestro espíritu reformador, para confrontar, y señalar las atrocidades que se promueven en nuestra sociedad actual. Necesitamos activar ese espíritu reformador que escudriña la cultura, y evalúa la conducta de gobernantes, clérigos, líderes y pueblo en general. Para los reformadores del pasado, bastaba que una corriente de pensamiento, o una acción de los reyes o predicadores, fuera opuesto a la biblia para que los reformadores valientemente señalaran esos hechos, buscando la corrección de una sociedad que corría constantemente el riesgo de corromperse.
Hoy día, movimientos culturales, sociales y políticos desafían los principios bíblicos y nosotros que seguimos los valores de Cristo, debemos estar preparados para asumir una posición firme en contra de esas posturas, “presentando defensa” acerca de lo que creemos. Necesitamos definición al respecto de algunos temas: ¿Qué deberíamos hacer cuando alguna organización o institución, privada o pública, en nombre propio o del estado, quiera imponer a la sociedad, creencias o conductas, reñidas severamente con la palabra de Dios? ¿Debe la iglesia guardar silencio ante los entes que sometan al pueblo al hambre? ¿Debemos callar ante la persecución de aquellos que denuncian las irregularidades que se cometen? ¿Nos corresponde callar mientras se miente y engaña, o se abusa de posiciones de poder?
Como los reformadores, incluyendo a John Knox, debemos definir nuestro llamado, no solo por el desafío que la Palabra de Dios nos comisiona, sino también por la demanda histórica que nos corresponde; nuestra postura, conducta y teología, debe contextualizar el evangelio a este marco de acción: La situación política, económica y social de la nación, demuestra el avance real del Reino de Dios.
Despertar nuestro legado reformador, nos llevará a vernos no solo como iglesia y religión, sino también como sociedad y nación. Esto nos hará contextualizar el Evangelio más allá de la evangelización, y generar una respuesta teológica contundente que desbarate las corrientes de pensamiento que llaman al caos. Quienes promueven estas tendencias, no son inocentes, sino que siguen un plan de acción detallado, para ganarse un espacio en la mente de la gente, para sembrar planteamientos destructivos inspirados desde las tinieblas.
Ser reformadores es ser apologistas de la verdad del evangelio, defendiendo a los perseguidos y mártires de la fe, Pero también atacando las ideas de aquellos que son enemigos de la palabra de Dios, o adversarios reales del Dios de la palabra.
Como reformador, John Knox, por ejemplo, se atrevió a escribir contra la Reina de Inglaterra y Escocia, denunciando que su conducta era desagradable ante Dios. Llamó a María la sanguinaria, la Jezabel de Inglaterra y disertó sobre lo inconveniente de que una mujer de su talante, fuera Reina.
Como Iglesia no podemos asumir posiciones livianas, “políticamente correctas”, que “evita problemas”, y prefiere callar el pecado antes que denunciarlo. Si Juan Knox hubiese tenido una posición así, no hubiera logrado el avance que alcanzó el Reino de Dios en Escocia.
La lucha nuestra es contra el diablo, pero él ataca a través de las corrientes de pensamiento. Los brujos y hechiceros son peligrosos, pero más peligrosos son los líderes políticos, educadores o promotores sociales que siembran ideologías contrarias al diseño de Dios en nuestras naciones.
Salgamos de la concepción de la Iglesia como una parcela, aislada de la sociedad. El Evangelio es la verdad y la verdad debe confrontar nuestras vidas, pero también a nuestras familias, a la Iglesia y a la nación. ¿Qué vamos hacer con la verdad? ¿La vamos a poner debajo del almud para no meternos en problemas? Si queremos traer a Dios a nuestra realidad presente necesitamos primero desplazar con su verdad a todo aquel planteamiento que le resista.
El reformador guerrero, Jhon Knox, oraba: “¡Oh, Dios, dame Escocia, o muero!”. La iglesia venezolana debe empezar a orar con pasión por Venezuela, entendiendo que si Dios no nos la entrega, eso representa la muerte nuestra, pero también la de la nación.
Pastor Nelson Velázquez
Iglesia Comunidad Cristiana Vida y Generaciones
Ciudad Bolívar, Estado Bolívar.
Departamento de Redacción NotiCristo.
Diseño: Ángel Arteaga