Una de estas noches calurosas, me quedé despierta en la oscuridad de la noche, sin poder dormir. Inquieta por mis pensamientos, tomé la biblia para empezar a leer. Los ruidos nocturnos lo llenaban todo, pero había un sonido particular que llamaba mi atención, era el croar de las ranas. Ese canto melancólico y constante hallaba eco en mi interior, y corría por la calle hasta perderse en los recovecos oscuros y sombríos de la noche. Abrí la biblia en el libro de Apocalipsis, 16:13, y leí: "Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas."
Me llamó la atención, que el ruido externo que escuchaba, ese croar constante y lastimero, estaba hallando un reflejo incómodo en mi espíritu al leer esta Palabra. Entonces caí en cuenta que había algo aquí que Dios quería revelarme, y busqué un lápiz, tomé mi cuaderno y comencé a escribir.
Las ranas son anfibios que emiten un canto impertinente, en especial cuando llega la época de apareamiento para multiplicarse en cientos de ellas. Por lo general las ranas cantan de día, por lo que me resultaba extraño oírlas en la noche.
Pude ver en lo espiritual, según lo que expresaba la palabra, que las ranas venían como espíritus inmundos que salían de la boca del Dragón, y del falso profeta. Y entendí que Satanás, produce ruido a través de palabras que coloca primero en el corazón de los hombres, para que sus bocas llenas de falsedad, proclamen maldiciones contra la gente, tratando de abortar los planes de Dios sobre nuestras vidas.
La Biblia dice en Juan 10:10: “El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir”. Cuando Dios determina cumplir su propósito en nuestras vidas, miles de voces se alzan a nuestro alrededor, como una estrategia satánica, tratando de robar, matar y destruir el cumplimiento, en nosotros, de las Promesas Divinas. Todos los días se acercan a nosotros personas, declarando todo tipo de palabras contrarias a lo que Dios está a punto de soltar sobre nuestras vidas. Nunca debemos abrir nuestras bocas para repetir esas palabras, sino que debemos ser sabios y centrar nuestra atención en las promesas de Dios.
Debemos estar atentos, pues el canto de las ranas, si le prestamos atención, puede debilitar nuestro ánimo al punto de empezar a creer lo que nos dicen los espíritus inmundos, que vienen mediante palabras cargadas de vicios, mezquindades, envidias, y murmuraciones, a incitarnos al escándalo y al alboroto de una vida esclavizada por el error. Arrastrándonos al fracaso, por seguir el ruido de las ranas, que constantemente profetiza cosas negativas para nuestra vida.
Pero como tenemos autoridad sobre todo espíritu inmundo, en el Nombre de Jesús, podemos callar a las ranas, para no ser confundidos por su ruido infernal. Hablar la palabra de autoridad en Cristo, significará el fin del canto de satanás sobre nuestra vida. Y marcará nuestro avance hacia la libertad y significado, del propósito de Dios cumpliéndose en nosotros.
Las ranas tienen su etapa de reproducción. Y hay un tiempo en que su canto buscará reproducirse en nuestra boca, procurarán contagiarnos con su canto y si prestamos oído a lo que dicen, podemos terminar cantando con ellas palabras de fracaso, de desánimo, y de planes destruidos.
Cuando Satanás tentó a Jesús, el canto de las ranas le decía: “Si eres hijo de Dios...” Cuando Dios está por cumplir su plan en nuestras vidas, el diablo nos sale al encuentro en el desierto, con su canto de ranas, para decirnos palabras que nos desenfoquen del escenario que se está abriendo a nuestro favor. Él viene con palabras llenas de mala intención, repitiéndonos: “No lo vas a lograr, no puedes, no te lo mereces, aborta el plan”. Pero allí es cuando debemos, como Cristo, usar el arma poderosa que Dios nos ha dado: Su palabra, que como espada afilada, puede cortar todo lo que se oponga a los planes de Dios con nosotros.
La biblia dice: “Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; No será avergonzado Cuando hablare con los enemigos en la puerta”. Somos las saetas del Señor, que con la autoridad de Jesús podemos callar a todas las ranas con solo abrir nuestra boca y proclamar un canto diferente que confiese la verdad de lo que Dios dice que somos. Un canto de poder y autoridad, lleno del Espíritu de Dios, que proclame hacia dónde vamos y lo que vamos a lograr en el poder de Cristo operando en nosotros.
A diario las ranas pueden venir a reproducir su canto, pero nosotros elegimos si reproducimos en nuestra boca su triste canción, o si nos activamos como las flechas del Padre que somos, para traspasar las ranas, y callarlas con la palabra de autoridad que Dios nos ha dado.
Cuando ya amanecía, cerré mi cuaderno y mi Biblia, y doblé mis rodillas, declarando con renovada fe, todas las promesas que Dios me ha dado, y que Satanás me había querido hacer creer que no vería cumplidas.
Pastora Karelis de Santodomingo
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