Esta frase, forma parte de un aforismo, atribuido a Hipócrates, llamado el padre de la medicina, quien dijo: “Que tu alimento sea tu medicina, y que tu medicina sea tu alimento”. Para su época, unos 450 años antes de Cristo, este avanzado observador ya había descubierto una conexión importante entre lo que comemos y la salud que tenemos.
Cuando Dios creó al ser humano, lo diseñó con la capacidad de alimentarse, y la primera cosa que le procuró, después de darle la bendición de su asignación, fue: "Yo les doy de la tierra todas las plantas que producen semilla y todos los árboles que dan fruto con semilla; todo esto les servirá de alimento.”1 Dios se ocupó no solo de crear al hombre, sino de proveerle alimento de la tierra.
Cuando Noé y su familia salieron del arca, Dios les asignó la porción alimenticia que les correspondía, ampliando la gama de alimentos permitidos, en función de las necesidades que el hombre presentaba. Sin embargo, Dios siempre le dio instrucciones al ser humano, acerca de cómo debían comer los alimentos, y de lo que no les era permitido comer, pues de eso dependería el tipo de vida que tendrían.
Llama la atención que la restricción establecida por Dios para Adán y Eva en el principio, tenía que ver con la alimentación. Dios le dijo al hombre: “De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.”2 Estaba implícito en esa instrucción, que hay alimentos que no son benignos para el cuerpo, y que al consumirlos, pueden llevarnos a la muerte.
Este planteamiento es interesante evaluarlo a la luz de lo que está sucediendo hoy con los seres humanos. Estudios de datos aportados por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), concluyen que la mala alimentación es la principal causa de muerte y discapacidad de los seres humanos en la actualidad.
Según los datos de la misma FAO, se estima que en el mundo 672 millones de adultos y 124 millones de menores son obesos y 40 millones de niños menores de 5 años tienen sobrepeso. Esto se debe principalmente a un fallo en la dieta de las personas, sobre todo de aquellas que residen en las ciudades.
El estudio de la FAO demuestra que en los últimos años la comida rápida ha desplazado en gran medida a la comida del hogar y no solo eso, también ha sustituido ingredientes importantes como frutas y verduras, por harina, azúcar, grasas y sal.
Hacer un impacto en esta estadística, para revertir el daño en la salud, amerita que tomemos conciencia de la alimentación que nos conviene. Pablo, disertando acerca de estas cosas, dijo: “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica”3. Y en otra ocasión: “Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna.”4
En el antiguo testamento, Dios le había dado la ley a Moisés, que entre otras cosas incluía un compendio instructivo de algunos alimentos que no debían comerse5. Era la manera de Dios preservar la salud de su pueblo. Pero por medio de Pablo, Dios dice que todo alimento es lícito, y deja el grado de responsabilidad acerca de lo que se come, sujeto al discernimiento y la voluntad del hombre.
Y aun cuando todo es permitido, hay principios a seguir referente a lo que se come, y a cuanto se come: ¿Es conveniente?, ¿Me domina el deseo? Hay alimentos que pueden ser muy atractivos, pero muy inconvenientes. Y no solo comidas, sino las maneras de ingerirlas (sin terminar de hacer la digestión, o haciendo comida sobre comida); cuando no puedo controlar mi deseo de comer, y tengo problemas para detener mi ingesta de alimentos, estoy demostrando que ese deseo me controla, y por lo tanto, me daña.
La alimentación es parte del diseño de Dios para nosotros, y representa nuestra nutrición, disfrute y deleite “Bueno es comer y beber, y gozar uno del bien”6, sin embargo, cuando este placer nos domina, pierde el propósito y el sentido por el que existe y fue creado, y pervierte y corrompe el equilibrio de nuestro cuerpo.
A la nación de Israel Dios le dijo: "Si siguen mis instrucciones, y cumplen estos principios, ninguna de las enfermedades que envié a los egipcios les vendrá a ustedes, porque yo soy el Dios que les sana".7 Los principios Divinos, representan para sus hijos, la sanidad de nuestro Dios. Él preserva nuestra salud, cuando guardamos sus mandamientos.
Por esta razón, al pensar en lo que se va a comer, podemos evaluar bajo este filtro de principios, su ingesta. Antes de comer, hágase las siguientes preguntas: Dada mi condición física, ¿Me conviene ingerir este alimento? ¿Me está dominando el deseo? Y por último, pero no menos importante: tenga en cuenta esto: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”.8
1Génesis 1:29 2Génesis 2:16-17 31Corintios 10:23 41Corintios 6:12 5Levíticos 11 6Eclesiastes 5:18-19 7Éxodo 15:26 81Corintios 10:31
Pra. Libna Villegas de Parra
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