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“Desafío misionero Actual”


La humanidad ya no es la misma, a diario se producen cambios. La pérdida de empleos y el quiebre de miles de empresas a nivel mundial, produce un efecto negativo en la gente, generando una desesperanza que les impacta en lo emocional, psicológico, social, familiar, personal, y espiritual.


En medio de la crisis, se incrementan los abusos dentro del seno familiar, las discusiones, y también el maltrato. Suben las estadísticas de hurtos, violaciones, delincuencia, y conductas depresivas. Y se inicia una escalada de desánimo, incredulidad y duda, que ocasiona bajas en las relaciones interpersonales, disgustos, y decepciones, que terminan en complejos de inferioridad, frustración, y baja autoestima, llevando a la gente a los vicios: drogas, alcohol, conductas sexuales impropias, o cualquier otro elemento que les permita huir de la realidad ante la crisis.


En momentos como este, cobra importancia el valor del crecimiento interno y la conexión con lo sobrenatural- espiritual, es decir, con Dios, y su presencia activa en la vida del ser humano. Se hace un elemento de primera necesidad, el prestar atención al desarrollo interior del ser: las emociones, la inteligencia emocional, el crecimiento hacia dentro, la identidad personal, el valor y aprendizaje de quiénes somos dentro del entorno familiar, la sociedad que nos rodea y el mundo en su totalidad.


En medio del aislamiento, y ante la realidad de una normalidad cambiada, adquiere una vital importancia, responder a preguntas que le den sentido a lo que sucede. Se hace necesario el abordaje del para qué estamos en la Tierra, y hacia dónde vamos después de la muerte física, y también definir y emprender un plan de vida personal, que le dé sentido a la vida humana, conectándola a lo sagrado, lo espiritual, y lo divino, dándole un propósito superior, celestial y eterno.


El ser humano necesita activar disciplinas de organización interior, que le permitan diseñar un plan de vida enmarcado en una visión de futuro que esté alineada al propósito de Dios. Necesitamos desarrollar conciencia del mundo que llevamos dentro, y de la atención al cuerpo humano, como creación de Dios y templo del Espíritu Santo.1 En definitiva, necesitamos revisar la interpretación que venimos aplicando a la vida, y de manera especial, verificar si nuestro estilo de vida está basado realmente en principios bíblicos cristianos.


Mientras el ser humano, se mantenga separado de la sobrenaturalidad de Dios, su estado espiritual, su alma (pensamientos, sentimientos, emociones, voluntad), y su cuerpo, serán insuficientes para enfrentar los desafíos de la vida para este tiempo. La crisis pandémica, y el aislamiento social, apabullarán sus expectativas, impidiéndole ver las posibilidades de crecimiento y aprendizaje, en medio de este tiempo y mediante estos mismos procesos.


Conectarnos con Dios, nos permitirá entender lo que está sucediendo, y orquestar potencialidades de cara a nuevos retos. Desarrollar la fe en este contexto, nos habilitará para acompañar discípulos con el fin de desarrollar nuevos liderazgos, que activen un movimiento poderoso, con estrategias que funcionen, para ver en el menor tiempo posible una transformación positiva de nuestras sociedades.


El momento presente, demanda concentrarnos en el núcleo fundamental de la sociedad, la familia, para plantar un semillero de avivamiento, para las próximas generaciones. Promover un movimiento emergente, cerca, a la vista de todos, que abra campos en desde la familia, traspasando culturas, rompiendo paradigmas y desplazando los programas disfuncionales, para potenciar un nuevo liderazgo y proyectar la misión misionera hacia el interior de nuevos horizontes de impacto mundial.


Esta alternativa relevante, debe partir de una interpretación correcta del momento histórico que vivimos, y de las oportunidades que encierra: Dios, en su soberanía, con la medida del distanciamiento social, ha ubicado al liderazgo del hogar (papá y mama), en el lugar correcto, su propia casa, para proyectarla como la iglesia, desde donde nacerá el avivamiento.


Pero necesitamos entender que nuestro llamado misionero debe ser llevado a cabo allí, en nuestro entorno del hogar, y desde allí atender a la orden suprema encomendada: “haced discípulos a las naciones”2. La obediencia a este mandato en, y desde, nuestra propia casa, será la llave que abra la puerta hacia un verdadero cambio de nuestras sociedades.


La humanidad necesita ser acompañada hacia el cambio, desde su propio ser. Y esto será posible sólo a través de un discipulado responsable y comprometido. El discipulado bíblico, es la estrategia de Dios para salvar y cambiar al mundo, y la iglesia cristiana, como ente representante y embajador de Cristo en la tierra, tiene el papel protagónico de provocar esa transformación.


El deber de la iglesia frente a esta crisis es proyectar desde el hogar, una vida con propósito, de testimonio redentor, para encaminar a otros hacia una vida plena. La gran comisión y todo lo que implica este imperativo divino, debe ser el enfoque primordial de la iglesia en casa: cada creyente comprometido a ser un discípulo de Cristo, que se multiplica en otros, para así expandir esta visión misionera de multiplicación, por todo el mundo 3, para que toda la tierra sea llena de la gloria de Dios.


1 1°Corintios 6:19.

2 Mateo 28:19

3 Hechos 13: 47



Pastor-Misionero, David Meza Sierra.

Guadalupe, Zacatecas. México.

Departamento de Redacción NotiCristo.


Diseño: Ángel Arteaga

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