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Pr. David Parra

Cómo evitar la perversión de una cultura


La cultura de una nación se pervierte, cuando se aceptan mentiras como verdades. Es como el árbol que afinca su raíz en una corriente contaminada de agua. Tarde o temprano, terminará viéndose el efecto. Su fruto estará ausente, sus hojas se caerán, sus ramas marchitas terminarán secándose, y cuando sople el vendaval, terminará arrastrando el árbol. Y finalmente caerá.


La mayor evidencia del colapso y decadencia de una cultura, es la fragmentación, o el intento de separación que se hace entre la vida del cuerpo, material y natural, y la vida del espíritu, más mística e invisible.


Cada vez que una civilización se desconectó de sus valores espirituales para aceptar otras concepciones, su cultura colapsó y entró en decadencia. No importa si fueron culturas paganas o cristianas.

Somos lo que creemos


El cambio en la cultura, inicia en el cambio en la creencia. Lo que aceptamos como verdad nos define. Lo que aceptamos como deidad, nos marca. Somos la imagen del Dios en el cual creemos.


Los valores culturales están asociados a las creencias espirituales de un pueblo. Incluso cuando se decide no creer en Dios, se está haciendo del ateísmo una religión, y esa creencia termina dándole forma a los valores que se aceptan, y finalmente formarán la sociedad que tendremos.


Somos lo que creemos. Una nación que niega la existencia de lo espiritual, termina negando valores supremos de virtudes que elevan la vida y acaban en la corrupción moral menospreciando la vida, y minimizando el valor del ser humano.


Por esa razón necesitamos evaluar qué cosas estamos creyendo. La Biblia dice en Proverbios 23:7, que el hombre es conforme a los pensamientos de su corazón. Somos lo que pensamos. Actuamos de acuerdo a los pensamientos que nos dominan. Por lo tanto, si algo debemos cuidar, no son solamente los actos, sino los pensamientos del corazón; porque de lo que hay en el corazón se llena nuestra vida.


No es lo que entra sino lo que sale del corazón, lo que contamina al hombre. Y por eso debemos examinar nuestro corazón, porque es posible que esté anclado a mentiras, y es necesario exponerlas con la verdad. Entendiendo que la verdad está disponible para nosotros solamente en la palabra de Dios.


Identificar las ideas dañadas, no siempre es fácil. Porque por lo general las mentiras de una cultura se han normalizado de tal manera que no las identificamos como mentiras, sino como cosas habituales que contemplamos a diario.

Las mentiras se convierten primero en patrones de pensamiento, posteriormente en palabras, y luego en patrones de conducta. Para saber cómo se instalaron, muchas veces tenemos que hacerle seguimiento a frases, dichos populares, proverbios, refranes, estribillos, canciones, o chistes… que normalizaron un pensamiento, y si bien, no lo hicieron bueno, lograron hacerlo aceptable, “Normal” o al menos no reprochable.


Como se empezó a ver como algo normal, tal forma de conducta otorga cierta licencia, y allí es donde comienza el error. Porque cada mentira, que se cree y se permite, traerá consecuencias. Generará una mentalidad equivocada, una idea errada, y pervertirá no solo al que la cree, sino también al que la oye.


Lo que llena las raíces define el fruto


Los efectos negativos de un paradigma equivocado, usted los verá operar en la familia, en la Iglesia y en la sociedad. Permanecer en un pensamiento de engaño, al final, sólo traerá destrucción a la vida. Por el contrario, plantar raíces en la verdad de la palabra, traerá bendición y prosperidad a los que en ella se edifican.


Pero dice la palabra: Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará. No así los malos, Que son como el tamo que arrebata el viento…” Salmos 1:3-4.


El salmo está mostrando la diferencia entre los que basan sus vidas en la palabra de Dios, y los que ponen otro fundamento, y gráfica esta lección con la figura de un árbol. Las personas, al igual que las naciones, tienen una cultura. Un marco referencial donde se desenvuelven y se desempeñan en la vida.


De allí la importancia de evaluar las raíces del árbol. Es bueno asegurarnos que estamos plantados junto a corrientes de agua, para que podamos dar fruto a su tiempo, y hallar prosperidad para nuestra vida.


Pero sucede que a veces no somos del todo conscientes, que nuestras raíces se están alimentando de otra fuente. Porque estamos tan amoldados a una forma de vida, y a una forma de pensamiento, que se torna natural para nosotros.


Pero Dios nos llama a ser diferentes. A no amoldarnos al sistema que opera en la cultura. A renovar nuestra manera de pensar, para que cambie nuestra manera de vivir. A cambiar los paradigmas que nos dominan para que puedan cambiar nuestros resultados. Y eso solo podremos hacerlo, llenando nuestro corazón con la verdad de su Palabra.


Pr. David Parra

Dpto. de Redacción NotiCristo


Dpto. de Diseño: Marco Gentile

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