Serie: El Sentido de la Navidad
Día 2: ¿De dónde salieron tantos elementos?
“...y llamarás su nombre Salvador [Jesús], porque él salvará a su pueblo de sus pecados” Mateo 1:21
Hace un tiempo unos amigos me quisieron dar una sorpresa para mi cumpleaños. En medio de la celebración me trajeron un regalo muy grande. Era una caja de enormes proporciones así que pensé que mis amigos habían exagerado su demostración de amor por mí. Tenía un lazo grande y hermoso; el papel de regalo era muy fino y mostraba un diseño que habían escogido cuidadosamente de acuerdo a mis gustos. Traté de no romper el papel, pero fue inútil; ¡estaba muy emocionado! Sin embargo, dentro de aquella gran caja de regalo solo encontré otra caja; era igual de hermosa, pero ¡no era el regalo! Conté 15 cajas, antes de llegar a la última; una caja muy pequeña, parecida a una caja de fósforos. Al llegar a este punto ya ni quise imaginar qué podría ser el regalo.
Viviendo en Oscuridad
Con frecuencia pienso que Jesús, quien es la razón de todas estas celebraciones decembrinas, es sólo una excusa. Hoy es una rareza pensar en Jesús mientras compartimos la cena navideña, intercambiamos regalos, pintamos la casa, compramos ropa nueva o adornamos un arbolito. Éstas y muchas otras tradiciones han llegado a tener mayor relevancia que el verdadero motivo por el que surgieron. Es más, si hiciéramos un poquito de investigación histórica, descubriremos que dichas celebraciones sobre el nacimiento de Jesús se llevaron a cabo para sustituir el culto o celebración a dioses paganos. Las innumerables cajas bien arregladas, los lazos hermosos y las deslumbrantes envolturas nos han distraído del verdadero regalo.
Pero Jesús no es un sustituto para seguir viviendo una vida fútil, estéril y sin propósito. Tal vez no nos hemos dado cuenta que, separados de Dios, vagamos en un ciclo interminable de oscuridad espiritual, tratando de vivir siendo independientes de Él. Con la pretensión de adorarlo, hacemos cosas para satisfacer nuestros propios deseos y terminamos deshonrándolo.
¡Jesús, la Luz del mundo!
Afortunadamente hay esperanza: “...no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia… El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos” (Isaías 9:1, 2). Dios no dejó a la humanidad sumergida en la bancarrota espiritual, moral y existencial. La única forma era que Dios enviara a su Hijo unigénito, en forma humana, para que pagara el precio por la salvación de los pecados. Ciertamente nació como un pequeño y frágil bebé, pero llegó a convertirse en el Dios-hombre que nos amó hasta lo sumo y murió en una vergonzosa cruz para darnos una vida que vale la pena.
Hay quienes piensan que decir JESÚS es igual a decir NAVIDAD, como si JESÚS fuese el pretexto para realizar las celebraciones navideñas, pero no es así. ¡Decir JESÚS es igual a decir SALVACIÓN! Esto es lo que deberíamos tener en mente cuando estemos celebrando, que Jesús dio su vida por la nuestra y ahora podemos ser libres de la oscuridad espiritual para darle honor y gloria. ¡Alabado sea su nombre!
Día 3: ¿Por qué tanto revuelo?
Pr. Rigoberto Venegas
Serie: El sentido de la Navidad
Dpto. de Redacción NotiCristo
Dpto. de Diseño: Desiree Tarrio
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