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Pr. David Parra

El poder sanador del perdón


“Y llamó José el nombre del primogénito, Manasés;

Porque dijo: Dios me hizo olvidar todo mi trabajo,

Y toda la casa de mi padre.”

Génesis 41:51


El día que José dejó de enfocarse en el rencor contra los que le habían vendido, fue el día en que las cosas comenzaron a cambiar. Él prefirió enfocarse en el plan maestro de Dios, que tenía el poder de cambiar el resultado de los planes perversos, que conspiraron contra él, y trocarlos en su mayor beneficio. Ese fue el día en que empezó a mirar la obra de Dios por encima de las acciones de la gente que le hizo daño. Fue el día en que dejó de verse como una víctima, y renunció a seguir buscando culpables. Él entendió que la traición de sus hermanos, era la herramienta que Dios estaba usando para transformarle.


Si José se hubiera quedado anclado a la parte del proceso donde le traicionaron, no hubiera podido ver nunca el cuadro completo que Dios tenía en mente. Si tú no avanzas de esos parajes donde fuiste herido, no podrás ver el final que Dios tiene planificado para tu historia. La carreta de la traición que te arrancó de tu Canaán, es el transporte divino al territorio donde tus sueños se cumplirán. La cadena de injuria que te ata a la esclavitud de la traición, es el cordón de Dios que te aferra a tu destino como libertador de los que te vendieron.


No eres una víctima en las manos de asesinos de sueños, eres el beneficiario de un futuro glorioso en las manos del Hacedor de maravillas. No eres el actor pasivo de una historia siniestra; eres el protagonista de una obra maestra. Los peores eventos de tu pasado doloroso, son parte de una jugada precisa, para trasladarte desapercibidamente al lugar de tu asignación.


José lo pudo ver, y cuando lo hizo se terminó el tiempo de la cárcel. Él fue promocionado a la abundancia y a la autoridad, cuando entendió que debía deslastrarse del pasado, olvidando los dolores de la traición. Él entró en un tiempo nuevo, que quedó reseñado como una promoción a su nueva etapa, al nacer su hijo primogénito, y ponerle por nombre Manasés, que significa: “Dios me ha hecho olvidar los trabajos del pasado, y la casa de mi padre.”


Él decidió dejar que Dios redimiera sus emociones, permitiéndole perdonar. Atrás quedaban los trabajos que aparentemente fueron sin salario ni recompensa: la esclavitud en la casa de Potifar, y el servir a los presos de la cárcel. Atrás quedaba el recuerdo triste de la casa del padre: la pérdida de seres queridos, la envidia de sus hermanos, el plan para asesinarlo, y la traición y venta como esclavo.


Porque si no olvidaba la casa del padre, no podía convertirse en padre de la casa de Faraón. Si no olvidaba su posición en la casa del padre, como hijo favorito de la vejez de su padre, no podía asumir la posición en la casa de Faraón, como padre responsable de la casa real. Si no olvidaba la túnica de colores de Jacob, no podía vestir las ropas reales del gobierno egipcio. Si no olvidaba el rechazo de los que le aborrecían, no podía abrazar la aceptación de un gobierno que se rendía ante él. Si no soltaba el dolor de los complejos, nunca hubiera podido mirar el rostro de Faraón.


Las emociones que te producen los recuerdos de las mejores cosas de tu pasado tienen que ser superadas, para que puedas registrar las emociones de lo que te viene. Las cosas viejas que viviste, deben ser olvidadas para asumir las cosas nuevas que están por llegar. No podrás encarar tu futuro, anclado al peso que produce tu pasado. Suelta los complejos de un pasado de deshonra, porque lo que Dios trae para ti, es un futuro de gloria.


Abraza tu tiempo de Manasés, olvida el pasado, déjalo atrás. Suelta las cadenas que te ataban a un pasado de dolor. Empieza a soltar perdón a todo lo que te produjo pesares y angustias. Por delante vienen nuevos retos, pero necesitar estar libre de rencores y reconcomios. Hay puertas que se abren para ti. La cárcel está a punto de terminarse. Una temporada de abundancia va a llegar, Dios te revestirá de una nueva autoridad.


Pero antes de abrirse las puertas que te aprisionan en la actual cárcel de tus circunstancias, debe abrirse primero la puerta de tu corazón para perdonar. La única manera en que podrás avanzar, verdaderamente libre, es que le permitas a Dios ayudarte a olvidar. Una vida de solvencia espiritual, preparada para fructificar, administrar recursos, y encarar con nuevas fuerzas el futuro, es parte del beneficio, del poder sanador del perdón.




Pr. David Parra

Departamento de Redacción NotiCristo.


Diseño: Desiree Tarrío

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