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Hurgando en la basura



Hurgando en la basura

Hace unos días, iba caminando por el centro, en medio del bullicio urbano, mareado con el sonido constante de automóviles y voces que llenaban el aire. Mientras avanzaba, mi mirada se posó en una escena que me congeló en el lugar. En una esquina, junto a unos contenedores de basura, vi una figura humana solitaria hurgando en la basura.

 

El sol del mediodía brillaba implacablemente sobre la ciudad, proyectando sombras alargadas sobre las aceras y calles. Yo me crucé de acera, para acercarme al área de los desperdicios. Y allí estaba un hombre de aspecto desaliñado, con la ropa desgastada y sucia. Su rostro estaba marcado por la preocupación y el hambre, y sus manos temblaban mientras buscaba algo entre los restos de comida y envoltorios descartados.

 

Me acerqué con cautela, sintiendo una mezcla de compasión y tristeza al ver su situación. Sacando un pan canilla y una mano de cambures de mi bolsa, me dirigí al hombre y le ofrecí la comida con una sonrisa cálida.

 

-"Puedes tomar esto", le dije suavemente, extendiendo la comida hacia él.- "Es lo que tengo, espero que te ayude."

 

El hombre levantó la mirada hacia mí, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de sorpresa y desconfianza. Durante un momento, pareció considerar mi oferta, pero luego apartó la mano, rechazando la comida con un gesto brusco.

 

-"No necesito tu caridad" - murmuró en voz baja, volviendo la atención a la basura delante de él.- "Puedo encontrar algo mejor aquí."

 

Me quedé allí, atónito por su respuesta. Observé cómo continuaba buscando entre los desperdicios, ignorando la comida que le ofrecí. Una sensación de impotencia y tristeza se apoderó de mí mientras me alejaba lentamente, dejándolo en su tarea desesperada.

 

Mientras seguía mi camino, reflexionaba sobre la escena que acababa de presenciar. ¿Cómo podía alguien rechazar la ayuda ofrecida, prefiriendo hurgar en la basura en busca de algo mejor? Me di cuenta de que a veces, la necesidad y la desesperación pueden distorsionar nuestra percepción de la ayuda que se nos ofrece, llevándonos a rechazar lo que realmente necesitamos.

 

Luego pensé: “Hay muchos cristianos que actúan así, ¿puede ser esto un reflejo de una realidad espiritual en la iglesia?”. En nuestro viaje espiritual, a menudo nos encontramos hurgando en la basura de la vida, ignorando las riquezas que Dios nos ofrece y aferrándonos a las miserias del pasado.

 

A través de las Escrituras, podemos encontrar orientación para superar este comportamiento destructivo y abrazar la plenitud que Dios tiene reservada para nosotros. Sin embargo, primero debemos reconocer dónde estamos reflejando una condición de indigencia espiritual.

 

Cómo hurgamos en la basura


En lugar de hurgar en la basura de la vida, manifestando indigencia espiritual, debemos recordar que somos amados por Dios y que estamos llamados a vivir en libertad y plenitud en Cristo. Sin embargo, debemos reconocer que podemos convertirnos en expertos recolectores de desperdicios, cuando inventando reglas extrabíblicas y distorsionando la Palabra de Dios, buscamos satisfacer nuestros propios deseos.

 

Hurgamos en la basura cuando nos negamos a perdonar, manteniéndonos atados al pasado y excusando nuestra propia inconstancia con las heridas que nos causaron. También buscamos en los desperdicios nuestro sustento diario, cuando vivimos anclados en glorias pasadas, añoramos vidas pecaminosas de nuestra historia antes de Cristo, o nos aferrarnos a traumas dolorosos que sufrimos en el ayer.


Hurgando en la basura: adecuando la palabra a nuestros deseos

 

Una forma de hurgar en la basura (espiritualmente hablando) es cuando inventamos reglas extrabíblicas y nos atrevemos a distorsionar la Palabra de Dios para satisfacer nuestros propios deseos. La Palabra de Dios es la autoridad suprema para los creyentes. Cuando inventamos reglas o distorsionamos su significado, estamos reemplazando la autoridad divina con nuestra propia interpretación subjetiva, lo cual nos lleva por un camino de error y alejamiento de la verdad. Tomando la basura que surge de nuestra emocionalidad, y despreciando el alimento fresco que Dios nos ofrece por su palabra.

 

La Biblia nos proporciona los principios y enseñanzas necesarios para vivir una vida en conformidad con la voluntad de Dios. Pero al inventar reglas extrabíblicas, nos separamos de la verdad revelada en las Escrituras y nos adentramos en la oscuridad de la ignorancia espiritual. Al distorsionar la Palabra de Dios para ajustarla a nuestros deseos personales, estamos colocando el desperdicio de nuestras propias pasiones y ambiciones por encima de la frescura de la voluntad de Dios.

 

Esto nos lleva a vivir en conformidad con la carne en lugar de buscar la guía del Espíritu de Dios para nuestras vidas. Cuando nos apartamos de la verdad de Dios y seguimos reglas extrabíblicas, nuestra comunión con Él se ve afectada. La desobediencia y la rebeldía espiritual nos separan de la presencia y el propósito de Dios para nuestras vidas, y nos aleja de la plenitud y la bendición que Dios tiene reservada para aquellos que obedecen su Palabra.


Hurgando en la Basura: Viviendo de glorias pasadas


Vivir anclados en glorias pasadas, sin contribuir ni avanzar en nuestro camino espiritual, también nos sitúa en una posición de hurgar en la basura de manera espiritual. Cuando nos aferramos a glorias pasadas, corremos el riesgo de estancarnos en nuestro crecimiento espiritual. En lugar de avanzar hacia una mayor madurez en Cristo y experimentar nuevas dimensiones de su gracia, nos quedamos atrapados en los logros y experiencias del pasado, impidiendo así nuestro progreso espiritual.

 

Al aferrarnos a las glorias pasadas, podemos caer en la trampa de idolatrar nuestros propios logros y éxitos. Esto puede llevarnos a colocar nuestra identidad y valía en nuestras realizaciones pasadas en lugar de en nuestra relación con Dios. Lo que fue tu ganancia en el pasado, ahora tiene que ser como basura en comparación con el conocimiento de Cristo.

 

Vivir anclados en glorias pasadas también puede llevarnos a descuidar nuestra responsabilidad de contribuir al avance del Reino de Dios en el presente. En lugar de buscar oportunidades para servir, crecer y hacer una diferencia en el mundo actual, nos contentamos con recordar y glorificar lo que ya hemos hecho en el pasado, corriendo el riesgo de minimizar la obra de Dios en el presente.

 

Si nos olvidamos de reconocer que todo lo que hemos logrado ha sido posible gracias a la gracia y el poder de Dios, vamos a terminar glorificándonos a nosotros mismos. En lugar de aferrarnos al pasado, debemos estar dispuestos a dejarlo ir, abrazar la gracia de Dios en el momento presente y avanzar con fe hacia el futuro que Él tiene preparado para nosotros.

 

Hurgando en la Basura: Añorando la vida pecaminosa del pasado

 

Añorar vidas pecaminosas del pasado en lugar de abrazar la redención y transformación que Dios ofrece también es comparable a hurgar en la basura de manera espiritual. Al añorar vidas pecaminosas del pasado, estamos despreciando la gracia y el perdón de Dios. En lugar de valorar la libertad y la redención que Dios nos ofrece a través de Jesucristo, anhelamos volver a un estado de esclavitud al pecado.

 

La transformación espiritual es un proceso continuo que implica dejar atrás las viejas formas de vivir y abrazar una nueva identidad en Cristo. Al añorar vidas pecaminosas del pasado, rechazamos esta renovación interior y nos aferramos a un estado de corazón y mente que Dios busca cambiar. Esta condición puede llevarnos al estancamiento espiritual. En lugar de avanzar hacia una mayor santidad y cercanía con Dios, nos quedamos atrapados en el ciclo de la culpa, el remordimiento y el deseo de regresar a un estilo de vida pecaminoso.

 

Además, al añorar vidas pecaminosas del pasado, mostramos una falta de gratitud hacia Dios por su obra en nuestras vidas. Ignoramos las bendiciones y el favor que Dios nos ha otorgado al liberarnos del pecado y nos enfocamos en lo que dejamos atrás en lugar de lo que hemos ganado en Cristo. En lugar de mirar hacia atrás con nostalgia, debemos mirar hacia adelante con esperanza y confianza en el poder transformador de Dios para nuestra vida presente y futura.

 

Hurgando en la basura: Aferrados a traumas pasados


¿Por qué aferrarse a traumas pasados, cultivando la autocompasión en lugar de buscar la sanidad y la restauración en Dios, es hurgar en la basura? En primer lugar, al aferrarnos a traumas pasados, buscando cultivar la autocompasión, nos estancamos en un ciclo de dolor y sufrimiento que nos impide avanzar emocionalmente. En lugar de buscar la sanidad y la restauración en Dios, nos quedamos atrapados en nuestros propios sentimientos de tristeza y victimización.

 

Además, al cultivar la autocompasión en lugar de confiar en la sanidad y la restauración que Dios ofrece, mostramos una falta de fe en el poder transformador de Dios. Ignoramos su capacidad para sanar nuestras heridas emocionales y restaurar nuestras vidas, prefiriendo quedarnos en un estado de sufrimiento constante, conformándonos con la conmiseración de nuestros semejantes.

 

Al centrarnos en nuestros propios traumas y en nuestra autocompasión, desviamos nuestra atención de Dios y de su voluntad para nuestras vidas. En lugar de buscar su dirección y su propósito para nosotros, nos concentramos únicamente en nuestras propias necesidades y problemas, corriendo el riesgo de aislarnos emocionalmente de los demás, impidiendonos ser empáticos a las necesidades ajenas.

 

Nos enfocamos tanto en nuestro propio sufrimiento que no podemos conectarnos de manera significativa con los que nos rodean, lo que afecta nuestras relaciones interpersonales y nuestra capacidad para amar y ser amados. En lugar de quedarnos atrapados en nuestros propios traumas y en la autocompasión, debemos buscar la sanidad y la restauración que solo Dios puede ofrecer, confiando en su poder para transformar nuestras vidas y restaurar nuestras almas.

 

Hurgando en la basura: Negándonos a perdonar

 

Negarnos a perdonar, manteniéndonos atados al pasado y excusando nuestra propia inconstancia también es comparable a hurgar en la basura. Al negarnos a perdonar y preferir aferrarnos a las heridas del pasado, nos estancamos en un ciclo de resentimiento y amargura que nos impide crecer espiritualmente. En lugar de avanzar hacia una mayor madurez en Cristo, nos quedamos atrapados en un estado de dolor y resentimiento constante.

 

El perdón es un acto de liberación tanto para el que perdona como para el que es perdonado. Al negarnos a perdonar, nos mantenemos atados a las cadenas del pasado, impidiendo nuestra propia libertad emocional y espiritual. Al excusar nuestra propia inconstancia y negarnos a perdonar, mostramos una falta de comprensión y de aprecio por la gracia de Dios. Ignoramos el perdón abundante que Dios nos ha dado a través de Cristo y, en cambio, elegimos aferrarnos a nuestras propias ofensas y faltas.

 

El perdón es un requisito fundamental para experimentar una relación íntima con Dios. Al negarnos a perdonar, levantamos barreras entre nosotros y Dios, impidiendo que su amor y su gracia fluyan libremente en nuestras vidas. Pero en lugar de aferrarnos al resentimiento y la amargura, la Biblia nos manda a buscar la liberación y la sanidad que solo a través del perdón, Dios puede traer a nuestras vidas.

 

Después de presenciar la escena en la que el hombre rechazó la ayuda ofrecida y optó por hurgar en la basura en busca de algo mejor, me quedé reflexionando. Cada uno de estos comportamientos, al igual que la acción del hombre que rechazó la ayuda, representa una forma de rechazar la bendición y la gracia que Dios nos ofrece, para seguir en nuestro propio afán religioso.

 

Al final del día, me encontré con un pasaje de las Escrituras que resonaba profundamente con estas reflexiones. Pablo dijo: "Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe” (Filipenses 3:7-11)

 

Pensar en el hombre que rechazó mi ayuda y optó por hurgar en la basura fue un recordatorio poderoso de la necesidad de dejar de lado mis propias agendas y confiar en la sabiduría y el amor de Dios. De soltar mis cargas y encontrar satisfacción en Él, en lugar de buscar mi placer en los lugares equivocados. Evaluemos nuestras propias tendencias espirituales de hurgar en la basura, busquemos la restauración que solo Dios puede ofrecer, y caminemos en la libertad y la plenitud que viene de abrazar la verdad y la gracia de Dios en nuestras vidas.

 

Pr. Edward Morles

Turén- Portuguesa

Venezuela

 

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