La iglesia es el cuerpo de Cristo aquí en la tierra. Somos un linaje de hombres y mujeres que proviene de Dios, somos hijos de Abraham, el padre de la fe, y del nuevo Adán, quien nos redimió y nos unió en una misma naturaleza, de fe, y nos constituyó en su pueblo. Como iglesia tenemos un marco ideológico propio, que es nuestro sistema de creencias; una naturaleza y ciudadanía supranacional, celestial; y somos un pueblo con origen e historia definida.
Estas características preocupan mucho al sistema político mundial. Sobre todo cuando se mira en el contexto de dividir a la sociedad entre un sistema dual: el bien y el mal, el capitalismo y el comunismo, la derecha y la izquierda… Lo que no entienden los intelectuales de la ingeniería social es que la iglesia no está enmarcada en este modelo, sino que pertenecemos a un modelo supra terrenal, viviendo en este mundo físico.
Por todo esto, hay una tendencia mundial y nacional, que busca alienar a la iglesia, y someterla a los intereses del sistema dominante de turno. Los líderes de la iglesia evangélica debemos estar consciente que nos quieren dividir y que esa agenda está planteada. A alguien se le ocurrió la genial idea de “des construir la imagen de los pastores, para demostrar (arbitrariamente) que la mayoría de ellos son bandidos, siendo que son dueños de las principales fortunas del país”.
Lo triste de todo esto no es lo que ellos hacen, ni los planes que tienen, sino que el liderazgo de la iglesia, inconsciente de sus intenciones, y sin leer con claridad lo que está pasando, se queda inerte, inactivo, en una espera que no parece tener sentido.
Somos reacios a organizarnos para enfrentar esta campaña de desprestigio que pulula por las redes sociales, y que inunda los medios de comunicación convencionales. Y peor aún, prestamos nuestros pulpitos a ministros, y personas sin arraigo cristiano, para que hablen mal de los pastores, atacando sus ministerios, y acusándoles para levantarse ellos como superiores.
Lo cierto es que todo esto viene como consecuencia de algo innegable: Ante el avance de la iglesia en la toma de decisiones políticas en las naciones latinoamericanas, podemos decir que nos hemos convertido en un objetivo político de los sistemas perversos de los gobiernos de turno, y en un objetivo electoral para los partidos políticos.
En el caso venezolano se está dando un fenómeno. Somos, todavía, una referencia moral en nuestro país, pero también somos una fuerza electoral importante, capaz de inclinar la balanza hacia un lado u otro.
En virtud de esto, los centros de poder gubernamental han venido a la caza de la iglesia evangélica y sus instituciones que la representan, y han comenzado de abajo hacia arriba, desmontando las confraternidades de pastores de los municipios, procurando penetrarlas, y controlarlas, mediante ofertas engañosas, de unos beneficios con doble intención, que les hace dependientes de ellos.
Y en los espacios organizativos que no pueden penetrar, implementan su política de divisionismo, estableciendo con pequeños grupos, asociaciones civiles paralelas, que reconocen como legales, las cuales controlan con su mismo discurso cargado de promesas asistenciales y hablando de “unidad verdadera”, cuando en la práctica están dividiendo el sistema organizativo del liderazgo de la iglesia en las ciudades.
Ahora bien, tengamos claro algo: Ellos no solo sienten la amenaza de la iglesia en lo electoral, que es la superficie del océano, sino que el asunto serio radica en que como el evangelio es la antítesis de todo sistema humano, automáticamente se convierte en una amenaza a sus oscuros propósitos de expandir sus cuestionables ideas.
Como difusores del mensaje integral de Cristo, la Iglesia también asume el papel de ser promotora de la libertad religiosa, de prensa, en las artes, y de auspiciar la libertad económica, el libre comercio, y el libre mercado.
Fue el cristianismo protestante evangélico el que históricamente dio origen a la autonomía individual y colectiva, a la libertad del desarrollo científico, a la educación gratuita y popular, a las universidades, al trabajo productivo, a la propiedad privada, y la descentralización del poder. Las creencias protestantes, auspiciaron las elecciones libres y democráticas, los derechos de las mujeres, y la abolición de la esclavitud.
Por tanto, debemos cuidarnos de no dejar a un lado nuestro apostolado de la libertad, estemos conscientes de los retos a los que nos enfrentamos en este momento, ubiquemos con claridad a los que nos quieren dividir y no se lo permitamos, organicémonos como el cuerpo de Cristo que somos, reconociéndonos y valorándonos los unos a los otros, y hagamos defensa de las verdades del evangelio que creemos.
Formemos gente valiente. Preparados para gobernar y para discipular a nuestra nación. Desarrollemos en nuestra gente la capacidad de analizar, contrastar y percibir. Con la ayuda del Señor, y empoderados en el Espíritu Santo, convirtámonos en gente violenta para arrebatar el Reino. La misión de educar ciudadanos, discipulando naciones, nos ha sido delegada. No nos dejemos quitar lo que nos pertenece.
“Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia,
Y los violentos lo arrebatan.” Mateo 11:12
Pr. Nelson Velázquez
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