Serie: Mejor es…
#3. No prometer que no cumplir
Una de las peores cosas que te pueden pasar en la vida, es que te hagan una promesa importante y no la cumplan ¿Alguna vez has experimentado tal nivel de frustración?
Le pasó a mi amiga Giovanna. Su novio Alberto, llegó a su casa una tarde para una cena familiar, y con la mayor seriedad del mundo, frente a los padres de ella, sacó una pequeña caja cuadrada, y tomando la mano de Giovanna, puso en su dedo un radiante anillo de compromiso. Mientras pedía a sus suegros que autorizaran el matrimonio.
Ella estaba feliz, todo era tan romántico, parecía estar soñando.
La fecha de la boda se concretó unos días después. Y todo fue preparado. El día señalado todo estaba listo: El pastel, la recepción, el altar, y el cortejo; los invitados llegaron, y la novia también, pero sin ninguna explicación, el que nunca llegó fue Alberto.
Giovanna estaba desecha. Se sentía avergonzada. Lloraba sin parar. Y entre lágrimas, no dejaba de decir: "Si no tenía intenciones de casarse, ¿para qué me puso el anillo?" Ella acababa de experimentar, que por muy buena que haya sido una promesa, mejor es no prometer que no cumplir.
El sabio predicador, en sus reflexiones de sabiduría, escribió en Eclesiastés: “Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas.” (Eclesiastés 5:5 RVR1960)
Adjudicarse obligaciones no es malo. Tu nivel de crecimiento estará asociado a tu nivel de responsabilidad. Si en tus relaciones personales, servicio en la iglesia, y asuntos laborales, asumes con entereza lo que han prometido tus palabras, tendrás éxito. Porque cumplir con lo que adeudas es señal de madurez e inteligencia.
Asumir compromisos es bueno, y las piadosas intenciones también. Pero esta es la lección del predicador: es mejor no prometer, que hacerlo y no cumplir.
Libna Villegas de Parra
Serie: Mejor es…
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