“¡Vienen los soldados!” –era el grito desesperado de los alborotados hebreos, que corrían de un lado a otro. La situación era desesperante. “¡Señor, sálvanos!” –Gritaban despavoridos. La expectativa por un futuro prometedor, en libertad, no les duró ni tres días. La ilusión se convertía ahora en un cuento de terror para ellos. Algunos maldecían el haberse hecho ilusiones de libertad. Y entonces fueron contra Moisés.
“Y dijeron a Moisés: ¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto?” (Éxodo 14:11)
Son curiosas las preguntas que los hebreos le hicieron a Moisés. Bastó con ver al Faraón y sus carros, para empezar a hablar de muerte.
¿Por qué estaban pensando en tumbas, si Dios había dicho que los llevaría a Canaán? Sin lugar a dudas el temor al Faraón superaba con creces la fe. Ver venir al poderoso ejército, con sus carros, jinetes y caballos, hizo aflorar en ellos el miedo frío, que los egipcios, sistemáticamente, habían implantado en sus mentes por los últimos 80 años. Y sus cerebros esclavizados empezaron a operar desde la programación que tenían: “cuando te pones en contra del sistema, lo que te espera es la muerte.”
Una de las cosas que pondrá en evidencia el desierto, son los temores irracionales que mantenemos alojados en nuestras mentes, producto de experiencias pasadas que nos atan a postes imaginarios, limitando nuestro accionar y nuestro potencial desarrollo. Y como el desierto implica desafiar nuestra comodidad, el miedo que produce el sentirnos de pronto sin la seguridad que producen las rutinas conocidas, por más desagradables que estas sean, es el mecanismo que nos arrastra a la angustia, y deja desnuda nuestra vulnerabilidad.
Cuando nos asaltan nuestros temores, empezamos a razonar de una manera extraña.
¿Existe acaso alguna diferencia entre morir en un lugar u otro? ¿Acaso importa dónde voy a ser sepultado una vez que me muera? Al parecer para ellos en ese momento eso era lo más importante. No había opción. Morirían. Y ahora se debatían en el pensamiento angustioso de ser enterrados en el desierto. Pero ese solo era un razonamiento reaccionario, proyectado por el miedo.
Lo que la realidad estaba dejando en evidencia, aparte de la cobardía, era el compromiso a medias que ellos tenían con su libertad, los hebreos estaban diciéndole a Moisés: “Nosotros no queríamos salir de Egipto, a fin de cuentas, era mejor ser esclavos en Egipto que morir en el desierto. Es tu culpa Moisés, por convencernos. Si morimos será tu culpa.”
Entienda algo: Un compromiso a medias, ni siquiera te va a acercar a los límites de los resultados que quieres. Necesitas asumir tus batallas con valentía y responsabilidad. Culpar a otros, no es opción válida para ganar esta batalla.
¿Cuándo un pasado oscuro se convirtió en algo digno de extrañar? ¿Acaso habían olvidado los días grises de servidumbre, bajo el látigo de los capataces? Evidentemente, el miedo estaba sacando a relucir la mentalidad que Dios quería eliminar en el desierto. La murmuración jamás será una herramienta útil para salir de las dificultades. Buscar culpables nunca será la prioridad para salir de una crisis. Dar el cien por ciento de tu compromiso a la causa de tu libertad tiene que hacerte venir a Dios, no para quejarte, ni para culparlo por lo que pasa, sino para recibir la orden que nos atañe: “¡Marchen!” –dice Dios, porque tu libertad no está en anclarte a un pasado de miedo y servilismo. –“¡Marcha!”– porque tu libertad está adelante, hacia el futuro, en una renovada fe y esperanza.
Ora conmigo:
Padre, hoy reconozco mis temores en medio de esta crisis mundial. Pero más allá de buscar culpables, quiero venir bajo tu liderazgo buscando instrucciones. Me aferro por la fe a tu propósito de bendecirme con libertad. Sea que viva o que muera, en ti ya soy libre. Por tanto no cesaré de marchar hacia mi destino de gloria en ti. El desierto no me va a detener. El sistema del mundo no me va a detener. Tú te vas a glorificar en medio de esta crisis. Y veré a tus enemigos ser aplastados por tu maravilloso poder. Lo confieso en el nombre de Jesús. Amén.
David Parra
Departamento de Redacción NotiCristo
Pastor de CeCERDi