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Pr. Rafael Martínez

Pecador o santo ¿Cómo te concibes?


A través de los años me he dado cuenta que gran parte de nuestros problemas emocionales, interpersonales y existenciales tienen su raíz en la percepción de nuestra identidad. Usted dirá: “No, yo estoy muy claro con mi identidad en el Señor” Y no tengo la menor duda que teóricamente así sea, pero la realidad es que conocer, no es garantía de hacer. Por eso es necesario que evaluemos algunos aspectos importantes sobre nuestra identidad.


Nos movemos, actuamos y decidimos de acuerdo a lo que creemos que somos. ¿Si nos auto concebimos como viles pecadores y creemos que lo somos, cómo piensa que vamos a actuar? La respuesta es tácita. ¿Pero si nos vemos cómo hijos, redimidos, perdonados, limpiados, muy amados y santos, cómo cree que vamos a actuar? ¿Ve la diferencia? Dios ha dicho a su pueblo que sean como Él es. Y por eso es determinante que tengamos una clara percepción de lo que Dios es, y de cómo es. La Biblia dice que Él es santo1, por tanto nuestro reto es creer que podemos ser santos como Él lo es.


A veces, nuestra comunión con Dios se vuelve cíclica; nos sentimos decepcionados, frustrados, y con fuertes cargos de conciencia, por no poder pasar de cierto nivel en nuestra relación con Él. Pero esa relación vital de intimidad con nuestro Señor, tiene mucho que ver con la percepción que tenemos acerca de nosotros mismos, casi en la misma medida en cómo concebimos que es Dios.



Para modificar nuestra autopercepción, y pasar de considerarnos viles pecadores, a vernos como hijos redimidos de Dios y santos, necesitamos entender cómo Dios concibe este asunto. La Biblia nos revela que “somos” 2 santificados en la voluntad de Dios, pero también “estamos siendo” 3 santificados por nuestro maravilloso Dios. Su Voluntad nos ha santificado, y con un solo sacrificio nos ha hecho perfectos.


Algunas de las definiciones del término perfecto en el griego del Nuevo Testamento tienen que ver más con madurez de carácter y pensamiento, que con la impecabilidad de no cometer ningún error. Esto es muy importante, porque esa madurez que refleja el carácter de Cristo formándose en nosotros, definirá cómo responderemos ante la tentación y el pecado.


No puede negarse nuestra condición original como pecadores, La Biblia dice que todos pecamos, y que por tanto fuimos destituidos de la gloria de Dios; 4 pero junto esa verdad, Dios nos revela otra igual de grande que brilla mucho más, y que debemos creer con todo nuestro corazón: hemos sido justificados gratuitamente por Su Gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús.5


Entendamos la magnitud de esto: estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, esto como consecuencia de ser pecadores, y de haber pecado. Pero ser justificados, significa que Él nos ha dado vida. Por lo tanto, ahora no vivimos bajo el peso de la ley del pecado y de la muerte, sino que recibimos una nueva oportunidad por la ley del Espíritu de vida.6


Para definir una correcta concepción acerca de ti mismo, basada en la palabra divina, te invito a revisar algunos de los saludos que el apóstol Pablo usaba en sus cartas, para afirmar la identidad de los destinatarios de sus cartas.


A pesar de las severas correcciones que contenían algunas de esas misivas, donde se señalaban y confrontaban serios problemas de pecados personales y en algunos casos congregacionales, es interesante que lo primero que el apóstol hacía, al inicio de sus escritos, era presentar un saludo afectuoso reconociendo la santidad de los destinatarios.7


Pablo estaba plenamente convencido de la santidad de ellos, porque él entendía el pensamiento de Dios: los destinatarios de sus cartas eran santos, no por lo que hicieran sino por la afirmación determinante de Dios, que los identificaba como tales, en virtud de la relación que tenían con Él, a través de Cristo.


Ahora bien, tomar esta declaración divina a la ligera, pretendiendo vivir a nuestro modo, sin tomar en cuenta a Dios, pensando erróneamente que hagamos lo que hagamos, seguiremos siendo santos, sería un craso error. No podemos perseverar en el pecado para que la gracia abunde.8


Por el contrario, nuestra identidad como hijos muy amados de Dios, llamados a ser santos, es el comienzo de una vida que debería crecer en integridad de carácter y madurez espiritual. Después de todo, no podemos olvidar que serán nuestros frutos los que hablarán por nosotros y por nuestra santidad. Jesús dijo: “Por sus frutos los conoceréis”. 9


Entonces, a todas estas, ¿Qué responderías? ¿Santo o pecador? ¿Cómo te concibes?



1 Levítico 11:44, 1Pedro 1:16 2 Hebreos 10:10 3 Hebreos 10:14 4 Romanos 3:23 5 Romanos 3:24 6 Romanos 8 7 Romanos 1:7, 1 Corintios 1:2, 2 Corintios 1:1, Efesios 1:1, Colosenses 1:2. 8 Romanos 6:1-2 9 Mateo 7:20.




Pr. Rafael Martínez

Iglesia H2D, El Junquito

Departamento de Redacción NotiCristo.

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(Romanos 10:14-15)

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