En un momento de la historia judía, la ciudad de Jerusalén tuvo sus murallas destruidas, un ejército había asolado la ciudad golpeando sus muros con arietes, hasta abrir brechas, ganando el acceso a los interiores de la ciudad, invadiéndola, y sometiéndola a opresión.
Pero tal destrucción física, fue profetizada muchos años antes por un profeta menor, Miqueas, que ya veía en la ciudad, el inminente juicio Divino por la perversión moral y espiritual de la gente. Antes que fueran derribados los muros físicos de la ciudad, ya las murallas espirituales y morales estaban en el suelo.
Hay gente que es considerada pilares en medio de una colectividad. Personas nobles que aportan ideas, que refleja la moral, y que define los buenos principios. Cuando esas personas lideran la nación, la sociedad prospera. La debacle de Jerusalén vino precisamente porque los piadosos habían sido eliminados.
Miqueas dijo: “La gente piadosa ha sido eliminada del país, ¡ya no hay gente honrada en este mundo! Todos tratan de matar a alguien, y unos a otros se tienden redes. Nadie les gana en cuanto a hacer lo malo; funcionarios y jueces exigen soborno. Los magnates no hacen más que pedir, y todos complacen su codicia. El mejor de ellos es más enmarañado que una zarza; el más recto, más torcido que un espino.” (Miqueas 7:2-6 NVI)
Las palabras de Miqueas revelan una condición moral muy arruinada: Los gobernantes demandaban prebendas; los jueces aceptaban sobornos; la corrupción era universal. En todos lados los principios del bien eran rechazados, y lo malo imperaba en cada rincón. La gente de moral había sido reemplazada por corruptos. Las murallas habían caído.
La decadencia espiritual de la nación, desencadenó también la caída física de sus murallas. El sistema político y también el económico, colapsaron por la corrupción. La familia se desmoronó. La opresión dominó, y la esperanza pereció en medio de la vergüenza de una sociedad corrupta.
Pero el profeta vio una luz al final del túnel, él profetizó hablando por Jerusalén: “Yo he puesto mi esperanza en el SEÑOR; yo espero en el Dios de mi salvación… Caí, pero he de levantarme; vivo en tinieblas, pero el SEÑOR es mi luz. He pecado contra el SEÑOR, así que soportaré su furia hasta que él juzgue mi causa y me haga justicia. Entonces me sacará a la luz y gozaré de su salvación”. (Miqueas 7:7-9 NVI)
Y entonces, después de esta declaración profética de arrepentimiento por parte de la ciudad, Dios les da una promesa: “El día que tus muros sean reconstruidos será el momento de extender tus fronteras.” (Miqueas 7:11 NVI)
Esa promesa la tomamos también para nuestra nación. Aquí hay un remanente que espera en el Señor, ¡Dios nos escuchará! Estamos caídos, pero hemos de levantarnos. Vivimos en tinieblas, pero seremos sacados a la luz. Viene el día en que seremos restaurados. En ese día, seremos extendidos. Los muros de esta nación volverán a ser levantados, y cuando eso pase, ¡Nuestras fronteras serán extendidas!
¡Vamos a crecer como nación! Dejaremos atrás el subdesarrollo, avanzaremos en áreas donde hemos visto atraso y desidia. Pero todo eso sucederá cuando nosotros, la iglesia, como murallas espirituales seamos afirmados y reconstruidos.
La condición degradante y tenebrosa de la nación vino porque “la gente piadosa fue eliminada del país”. El objetivo constante de las tinieblas, es dejar inoperante a la iglesia. Pues él sabe que cuando logra dividir la iglesia, la ciudad queda desguarnecida, puesto que la iglesia es un muro de protección para la ciudad.
Satanás nos quiere encerrar dentro de murallas derribadas. Él quiere que nos quedemos desprotegidos ante nuestra propia inseguridad, baja autoestima, y sentimientos de fracaso. Pero el día en que sean levantados los muros, nuestros propios límites serán extendidos. Podremos lograr más para Dios. Nuestro potencial podrá ser desarrollado. Y los sueños de Dios para nosotros por fin serán alcanzados.
A pesar de la desesperanza que envuelve a las naciones; a pesar de la oscuridad que rodea la tierra, esta palabra debe traer motivación y fe, para reavivar la llama de la esperanza, y resplandecer de mayor manera, en medio de tan gran oscuridad. “La luz en las tinieblas resplandece” y “Sobre nosotros amanecerá la luz del Señor, y será vista su gloria”.
Se acerca el día del despertar de la iglesia. Las trompetas divinas que llaman a los valientes ya están sonando. El momento está cerca. Y la iglesia se levantará. “Viene el día en que se edificarán tus muros; aquel día se extenderán los límites.” (Miqueas 7:11)
Cuando los hijos de Dios, las murallas de la ciudad, se levanten… entonces será el tiempo de avanzar… se extenderán los límites…
David Parra
Dpto. de Redacción NotiCristo
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